Por: Raúl Mondragón
El titulo para esta meditación, podrá parecer exagerado para un miembro de más de 30 años de edad, de la iglesia adventista, pero de ninguna manera para un joven (no frustrado; de esos que proporcionan 200 argumentos en contra “de todo”, apoyándolos con citas de Elena G. de White), que encontrara un eco de la realidad, en la que vivimos, pero que pocos decimos, por temor “al que dirán”.
Si el culto está en
estos términos, el sermón en
muchas ocasiones resulta casi irreconocible. El Diccionario de la Real Academia nos situara en la via adecuada para entender el asunto; y dice que Sermón es: (Del lat. sermo, -ōnis).1. m. Discurso cristiano u oración
evangélica que predica el sacerdote ante los fieles para la enseñanza de la
buena doctrina. 2. m. Amonestación o reprensión insistente y larga. Luego
entonces el sermón dentro de la liturgia debe ser el momento y la oportunidad
para la enseñanza de la iglesia. Lamentablemente hoy sucede todo menos esto. Evidentemente esto se debe a la falta de instrucción de los mismos
predicadores, incluyendo a los pastores.
La mayoría de los
predicadores son laicos, bien intencionados pero mal enfocados, en cuanto a
cómo elaborar un sermón que nutra verdaderamente a la congregación. Y tenemos entonces desde
aquel que se “fusila” un sermón
(memorizando todo), sacándolo del basto cyber-espacio (internet); hasta aquel
que hace del mensaje toda una exposición de concordancias Bíblicas. Y qué decir
del pastor que repite el mismo sermón, cuando menos durante un mes en su
recorrido por las iglesias a su cargo; sin tomar en cuenta las necesidades, particulares de
cada una de ellas.
A la mayoría se le olvida que el discurso tiene por objeto, animar, exhortar a los oyentes, por lo
tanto ser conciso es vital en un sermón. Sin rodeos sin sacarle vuelta al
transmitir el mensaje. La demagogia se debe reservar para los políticos, los “charlatanes”
que me recuerdan al célebre Cantinflas, porque hablan y hablan
y no dicen nada, o a los diplomáticos con
sus poses y sonrisas fingidas. Pocas veces se recuerda un buen sermón, por eso
es necesario mirar el modelo, y me refiero a el llamado “sermón del monte” de
Cristo; sin dramatismo, con profundidad y sencillez, con elocuencia sin
demagogia, directo y al punto, sin rodeos diplomáticos que suenan a mentira
encubierta, les habló a sus contemporáneos, y ellos captaron la trascendencia
de sus palabras. Les habló de tal forma que todos pudieron entender. [2]
La Sinceridad en el
mensaje
Para quienes predican
de manera habitual compartirán el privilegio que es hacerlo; sin embargo, es
muy común la falta de sinceridad en los mensajes; es decir siempre se almidonan
las palabras para “no herir susceptibilidades”. En muchas ocasiones he
sufrido censura por parte de los “lideres” de la iglesia, por
que según ellos decir cosas “ciertas”, está bien pero son muy duras, mejor hay que tratar de decirlo con más "tacto". Para mí es otra forma de decir que hay que simular y decir la verdad con
ambigüedades.
Por otro lado entiendo que la sinceridad no es un bien apreciado en muchos
ambientes donde la lógica imperante es “no ofender a nadie”, (como dentro de la iglesia cristiana) aun
cuando con ese planteamiento se caiga en la negación de la verdad , la defensa
de las formas y la falta de transparencia. Lao Tse rescata esta idea en un proverbio que dice:
“Las palabras elegantes no son sinceras; las
palabras sinceras no son elegantes”.
“Si Jesús viviera hoy
lo más probable es que causaría escándalo con sus palabras, especialmente a
aquellos que están acostumbrado al discurso adornado y a la palabra dicha con
anfibologías (discurso sofista que decía frases que podían ser entendidas de
más de un modo, de esa forma quedaban bien con todos). Al leer sus reprensiones
a los fariseos lo que se observa son expresiones ferozmente honestas, tanto que
la mayoría de los cristianos, seguidores del Maestro se niega a pronunciarlas
por temor a ser tildados de duros, crueles o insensibles con los sentimientos
de otros”[3].
Es indispensable
retomar y aspirar a las mismas características del discurso de Jesús: La verdad
dicha sin ambigüedades, la palabra pronunciada sin miedo, la mentira dejada al
descubierto, el engaño evidenciado sin palabras almidonadas. De lo contrario
seguiremos en la senda en que estamos, con miedo a asomar la cabeza, con
mentalidad de borrego o simplemente con un perfil bajo, para ser “políticamente
correctos”.
La enseñanza
Hace mucho tiempo tengo
como máxima y principio rector el siguiente pensamiento: “Cuando creas que lo
sabes todo míralo desde otro punto de vista”. En el ámbito de la predicación lo aplico continuamente. Así que cuando escucho
un sermón, tiendo a ser crítico y
reflexivo, sometiendo todo al análisis, y claro está sin prejuicios.
No me conformo con el
hecho de solo sentarme, asumiendo que
Dios utilizara al predicador, en honor a la verdad, si este no
realizo un auténtico estudio para el mensaje, no será ni útil, ni eficaz,
puesto que el Espíritu Santo no trabajara en vacío. Lo más importante,
desde mi cosmovisión cristiana, es que el mensaje tenga lógica, sea coherente,
que sea útil; es decir que incluya todos aquellos aspectos que ayuden y
preparen para vivir en la actual sociedad de cara a la realidad; y por supuesto
centrado en Cristo.
Esto tiene el carácter
de urgente, en un contexto donde
pulpitos y predicadores, se han tornado extraños, y la “supuesta predicación” va desde el
monologo soporífero, cargado con alegorías, chistes y fabulas, que tienen por objeto despertar a la gente de los
adormecedores mensajes; hasta la aparente disertación filosófica y teológica; donde pululan, “los
mete culpas pseudo-intelectuales”; que lanzan acusaciones y amenazas de castigo
divino, y aun pronuncian condenas por llevar una dieta equivocada, según su
parecer; trayendo consigo su carga de amargura y tristeza.. Y no pueden
faltar los motivadores “humanistas”, al más puro estilo de Alex Dey o el evangélico
Dante Gebel; o los “cantantes”, (en su mayoría pastores) que aspiran manipular
entre gimoteos y notas fuera de tono.
Estoy convencido de que
es posible expresar grandes verdades sin recurrir a los sensacionalismos; ya
que estos, eventualmente transforman, en inaccesible el mensaje para la mayoría
de la gente; en términos llanos, considero más importante la sencillez y
belleza del mensaje Bíblico que el uso de efectismos.
En ocasiones aun de las
archiconocidas historias Bíblicas; en donde seguramente muchas veces se piensa ¿Qué más se puede decir que no se haya dicho
de ese pasaje? Podemos aprender lecciones extraordinarias. Sin embargo a veces
pasamos por alto, los detalles.
Quizás tras trece años
de escuchar sermones, he llegado un punto donde, cada vez me molestan más la falta de contenido en las predicaciones. Sinceramente desearía
que cada predicador antes de subir al púlpito leyera la declaración de Juan
12:21
“Un día se acercaron
unos griegos a Felipe y le dijeron: Queremos ver a Jesús”
Referencias:
[1] Mensaje
presentado en la reunión de la Asociación General del 2000 en Toronto.
Fuente:
"If I were the Devil" / Adventist Review
Esta presentación fue hecha durante el espacio
"Ventanas a la Misión" de las reuniones de negocios en la sesión del
Congreso Mundial de la Asociación General en Toronto del año 2000.
Autor: George Raymond Knight (1941 -) historiador,
escritor y educador adventista. Es profesor emérito de historia eclesiástica en
la Andrews University, Berrien Springs, Michigan, Estados Unidos.
Traducción: Daniel Saez V. / alumno de Teología en la
Universidad Adventista de Chile.Traducción publicada por Rolf Baier Schmidt
(20.4.2005) http://himnovasion.blogspot.mx/2012/03/si-yo-fuera-el-diablo-por-george-knight.html
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