miércoles, 13 de junio de 2012

¡MESSI NO ES UNA PULGA, ES UN PERRO!


Nota por Raúl Mondragón:  Parece muy agresivo el titulo, pero se trata de una extraordinaria reflexión de un músico cristiano que vale la pena leer ¿para que cada uno se pregunte en donde está parado, y quien es? 
Es común que en el va y ven de la vida, cuando se realiza una tarea, se pierda el rumbo, por la rutina, o por diversos factores, pero es de verdaderos  “titanes” no perder la esencia el objetivo o simplemente lo importante. Cuando esto sucede es bueno dar una mirada introspectiva o bien mirarlo desde otro punto de vista… quizás al fin encuentres el rumbo.
***
(Por Abel Meza)

Alguna vez mencioné el poder del enfoque, creo que toda la vida cristiana y ministerial se reduce a no perder nunca el norte, el llamado inicial. Y cuando vi unos videos de Messi (que aquí  resumo) no pude dejar de reflexionar acerca del ministerio.
Todo empezó esta mañana: estoy mirando sin parar goles de Messi en Youtube (...) De casualidad hago clic en una compilación de fragmentos que no había visto antes. Pienso que es un vídeo más de miles, pero enseguida veo que no. No son goles de Messi, ni sus mejores jugadas, ni sus asistencias. Es un compilado extraño: el vídeo muestra cientos de imágenes —de dos a tres segundos cada una— en las que Messi recibe faltas muy fuertes y no se cae.

No se tira ni se queja. No busca con astucia el tiro libre directo ni el penal. En cada fotograma, él sigue con los ojos en la pelota mientras encuentra equilibrio. Hace esfuerzos inhumanos para que aquello que le hicieron no sea falta, ni sea tampoco amarilla para el defensor contrario.

Son muchísimos pedacitos de patadas feroces, de obstrucciones, de pisotones y trampas, de zancadillas y agarrones traicioneros; nunca las había visto a todas juntas. Él va con la pelota y recibe un golpe en la tibia, pero sigue. Le pegan en los talones: trastabilla y sigue. Lo agarran de la camiseta: se revuelve, zafa, y sigue.

Me quedé, de repente, atónito, porque algo me resultaba familiar en esas imágenes. Puse cada fragmento en cámara lenta y entendí que los ojos de Messi están siempre concentrados en la pelota, pero no en el fútbol ni en el contexto.

El fútbol actual tiene una reglamentación muy clara por la que, muchas veces, caer al suelo es asegurar un penal, o conseguir que se amoneste al zaguero contrario es propicio para futuros contragolpes. En estos fragmentos, Messi parece no entender nada sobre el fútbol ni sobre la oportunidad.

Se lo ve como en trance, hipnotizado; solamente desea la pelota dentro del arco contrario, no le importa el deporte ni el resultado ni la legislación. Hay que mirarle bien los ojos para comprender esto: los pone estrábicos, como si le costara leer un subtítulo; enfoca el balón y no lo pierde de vista ni aunque lo apuñalen.

¿Dónde había visto yo esa mirada antes? ¿En quién? Me resultaba conocido ese gesto de introspección desmedida. Dejé el vídeo en pausa. Hice zoom en sus ojos. Y entonces lo recordé: ¡Eran los ojos de  "Mandilón" cuando perdía la razón por la esponja!
Yo tenía un perro en la infancia que se llamaba “Mandilón”. Nada lo conmovía. No era un perro inteligente. Entraban ladrones y él los miraba llevarse el televisor. Tocaban la puerta fuerte y no parecía oírlo; es más miraba que entraban por la cerca de la casa personas desconocidas y parecía una estatua.

Foto de mirada de perroSin embargo, cuando alguien (mi madre, mi hermana, yo mismo) agarraba una esponja —una determinada esponja amarilla de lavar los platos— Mandilón enloquecía. Quería esa esponja más que nada en el mundo, moría por llevarse ese rectángulo amarillo al hocico. Yo se la mostraba en mi mano derecha y él la enfocaba. Yo la movía de un lado a otro y él nunca dejaba de mirarla. No podía dejar de mirarla.

No importaba a qué velocidad moviera yo la esponja: el cuello de Mandilón, se trasladaba idéntico por el aire. Sus ojos se volvían japoneses, atentos, intelectuales. Como los ojos de Messi, que dejan de ser los de un preadolescente atolondrado y, por una fracción de segundo, se convierten en la mirada escrutadora de Sherlock Holmes.

Descubrí esta tarde, mirando ese video, que Messi es un perro. O un hombre perro. Esa es mi teoría, lamento que hayan llegado hasta acá con mejores expectativas. Messi es el primer perro que juega al fútbol.
Tiene mucho sentido que no comprenda las reglas. Los perros no fingen zancadillas cuando ven venir una moto, no se quejan con el árbitro cuando se les escapa un gato por la cerca, no buscan que le saquen doble amarilla al cartero. En los inicios del fútbol los humanos también eran así. Iban detrás de la pelota y nada más: no existían las tarjetas de colores, ni la posición adelantada, ni la suspensión después de cinco amarillas, ni los goles de visitante valían doble. Antes se jugaba como juegan Messi y Mandilón. Después el fútbol se volvió muy raro.

Ahora mismo, en este tiempo, a todo el mundo parece interesarle más la burocracia del deporte, sus leyes. Después de un partido importante, se habla una semana entera de legislación.
No señor. Los perros no escuchan la radio, no leen la prensa deportiva, no entienden si un partido es amistoso e intrascendente o una final de copa. Los perros quieren llevarse siempre la esponja al hocico, aunque estén muertos de sueño o los estén matando las garrapatas.
Messi es un perro. Bate records de otras épocas porque solo hasta los años cincuenta jugaron al fútbol los hombres perro. Después la FIFA nos invitó a todos a hablar de leyes y de artículos, y nos olvidamos que lo importante era la esponja.

Y entonces un día aparece un chico enfermo y con problemas de crecimiento. Esta vez ha sido un chico argentino con capacidades diferentes. Inhabilitado para decir dos frases seguidas, visiblemente antisocial, incapaz de casi todo lo relacionado con la picaresca humana. Pero con un talento asombroso para mantener en su poder algo redondo e inflado y llevarlo hasta un tejido de red al final de una llanura verde.
Lionel Messi es un enfermo. Es una enfermedad rara que me emociona, porque yo amaba a “Mandilón” y ahora él es el último hombre perro."


Epilogo
Ahora te digo no pude dejar de pensar en que bueno sería que alguna vez hablen de nosotros de esa manera, y se me ocurrió parafrasear el artículo. Y se me ocurrió también ponerle mi nombre donde se habla de Messi (prueba de poner el tuyo) e imaginar que alguien alguna vez hace un crónica de nuestro ministerio.
"...Abel era un perro, lo único que le importaba era alabar a Dios, predicar y la Palabra y la cruz, sin religión, sin dogmas humanos, sin leyes denominacionales, sin las agobiantes leyes de la religión organizada. Lo patean, lo tiran, le hacen zancadillas, pero lo resuelve y sigue cantando y predicando. No pierde de vista la Palabra ni aunque lo apuñalen...En los inicios del Evangelio los predicadores también eran así. Iban detrás de la cruz y nada más: no existían proyectores con temas en power point, ni predicaban en los congresos, ni tenían las páginas web, ni salir en la tele. Antes se predicaba como juega “Mandilón” con la esponja, sin perder de vista la cruz".
¡Wow ! ¡¡¡Definitivamente quiero ser un cantante y predicador perro!!!

Y los religiosos que van a salir con "¿Como va a comparar el fútbol con el ministerio?" que sigan pegandose golpes de pecho, que es lo único que pueden hacer cuando no te pueden parar.




*Esta reflexión es propiedad intelectual de Abel Meza Ministerio, y puede ser hallada tal y como en Facebook. (da click)


1 comentario:

  1. Buena reflexión. Un niño antisocial y con problemas de crecimiento, su pasión: el balón. Bien dices, ignoramos lo esencial de las cosas: disfrutar del "quehacer" del individuo.

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